Los padres que se entienden a las mil maravillas con sus hijos, no abundan en nuestra sociedad.
Mucho me temo que la mayoría nos quejamos de "falta de comunicación" o "incompatibilidad de caracteres".
Cuando nos acercamos a hablar con nuestros hijos, frecuentemente nos encontramos con un "qué pesado eres" o una puerta que se cierra frente a nuestras narices.
¿Qué es lo que falla? Muchas veces nos decimos: "es el cambio generacional, ¡ Qué le vamos a hacer!".
Veamos qué aspectos podemos mejorar de nuestra comunicación con los hijos:
Para empezar, debemos asegurarnos de no haber escogido un momento inoportuno: la hora de su tele-serie favorita o los dibujos que más le gustan.
De igual modo, si nuestro hijo escoge un momento inoportuno para hablar con nosotros debemos hacérselo saber. En ocasiones llegamos cansados y de mal humor a casa y lo pagamos con quien tenemos alrededor: los niños. 10 minutos de relax o una ducha, nos pondrían en forma para atender lo que nos quiere contar nuestro hijo.
- Una vez hemos elegido el momento apropiado, debemos ir en busca de nuestro hijo (esto es mucho mejor que pedirle que venga hasta nosotros)
- Nuestro hijo ha de saber que "necesitamos" hablar con él, y que no sólo nos dirigimos a él cuando queremos reprenderle por algo.
- Es necesario reforzar cada revelación que nos haga: "me alegra que confíes en mí" o "me alegra que me cuentes tu problema".
- Muy importante también es el contacto físico: nos sentaremos cerca de él, le cogeremos de la mano o le tocaremos el hombro, al tiempo que le hablamos mirándole a los ojos.
- Nos pondremos en su lugar, comprenderemos su postura (haciéndoselo saber) aunque no compartamos su opinión.
- Si hay discrepancias, intentar razonarlas, esforzándonos por no imponer nuestra voluntad por la fuerza, pero sí adoptando una postura estricta si sus peticiones son poco razonables.
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